Lugar de 83 habitantes en 1981, pertenece al municipio de Plan, 950metros de altitud; esta localidad esta situada a la derecha del río Cinqueta con acceso por la carretera local HU-641. Saravillo alza su casco urbano  en un paraje de gran belleza, prácticamente cercado por imponentes masas calcáreas que con bruscas elevaciones y múltiples roturas de pendiente dan origen  a vertiginosos acantilados, especialmente la mole barquiforme de Punta Llerga adquiere desafiante perspectiva. Las construcciones de Saravillo se agolpan con cierta macidez  sobre los glacis afajanados de pie de monte, mostrando caracteres pirenaícos, francamente alterados por la masiva incorporación de materiales nuevos. Su iglesia parroquial es de planimetría popular, sala rectangular con una achaparrada torre de un solo cuerpo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   

MOSEN BRUNO FIERRO - A finales del siglo XIX se hizo muy célebre el cura de Saravillo, Mosén Bruno Fierro, el cual se decía de mediana estatura, recio, cuadrado, la cabeza grande, ojos vivos, cejas muy pobladas y nariz algo chata. Era gran aficionado a la caza, juego de pelota y tiro de barra. La "fantasía" popular le atribuye todo género de picardías. Tuteaba a todo el mundo del Rey abajo, fundándose  en que no podía ser de otro modo después de tutear a Dios. Personas del pueblo que le conocieron decían que era un santo porque esconjuraba las tormentas con un Santo Cristo que levantaba en sus manos, con ello conseguía que en vez de descargar en Saravillo lo hicieran en Plan, pueblo vecino. Durante años repartió su vida entre labores pastorales y las menos piadosas del contrabando. Mosén Bruno alcanzó categoría de leyenda tras ayudar al General Prim en su huida a Francia en el año 1867.

Dice "la leyenda"

A ixo que biene el diya dimpués de pasá el serranet de San Miguel, de la fuen le ba  salí a Mosén Bruno una farmaca gran como un burro, el mosén ba mirá t´alredó y no ba trobá dengún cantal medianet  ta zabuca-la, sin pensá-ne dos bezes ba agarrá el Santo Cristo que llebaba a´l cuello y fendo puntería le ba tirá un zinglazo, pero ba tené tan mala suerte que le ba pasá rozando las orellas  y la llebre se ba amagá en un barzal fuyindo d´el periglo. Mosén Bruno que ya l´eba entrefilau en la cazuela con gran disgusto salamonió: ¡ A, pobre puta, ya t´en iba el diablo por las garras !